Mensaje de agradecimiento a todos los
oficiales y soldados y a todo el pueblo
que han dado su profundo pésame por el deceso del
camarada Kim Jong Il

26 de marzo de 2012           

Kim Jong Un     


    El año pasado nos sorprendió sobremanera la pérdida del Padre de la nación, en quien depositábamos absoluta confianza, y tuvimos que despedirnos de él anegados en lágrimas.
    El fallecimiento del gran General, quien durante decenas de años al frente de la revolución coreana condujo por el único camino de la victoria al Partido, Estado, Ejército y pueblo y contribuyó con incansables desvelos a la edificación de un Estado poderoso y próspero, la reunificación de la nación y la verificación de la independencia en todo el mundo, ha supuesto el mayor detrimento para nuestro Partido y revolución y el mayor dolor para toda la nación coreana.
    Su vida fue la más brillante de un gran revolucionario que, con la bandera roja de la revolución en alto, férrea voluntad y esfuerzos sobrehumanos, recorrió un trayecto escabroso que no había sido transitado por nadie, así como la más noble de un eminente patriota consagrado al bienestar de la patria y el pueblo.
    Durante las honras fúnebres todos los militantes del Partido, oficiales y soldados del Ejército Popular y otros sectores del pueblo, afligidos por la pérdida del Padre de la nación y con una añoranza indescriptible, cumplieron con su noble deber moral, y este gesto me produjo un gran impacto.
    Ante la increíble noticia de que el General falleció mientras viajaba en su tren para orientar las labores de distintas unidades, actividad que realizaría hasta el último momento de su vida sin tregua y con una intensidad inimaginable, todos los militares y civiles y compatriotas residentes en el extranjero no pudieron contener la gran tristeza que los embargaba y se deshicieron en lágrimas.
    Los coreanos de distintos sexos y edades, entre ellos militares, obreros, campesinos, intelectuales y jóvenes estudiantes, acudieron día y noche, pese al frío glacial, a lugares históricos donde se erigían la estatua de bronce del gran Líder Kim Il Sung o el retrato del General con una sonrisa radiante como el sol, donde de tanto dolor dieron puñetazos contra el suelo y el pecho y guardaron el luto para expresar su más sincera condolencia.
    En memoria del General lloraron profusas lágrimas por la congoja que se apoderaba de ellos y también para reafirmar su juramento de enaltecerlo eternamente como Sol de Songun y, guiados por el Partido, materializar su deseo de toda la vida cueste lo que cueste.
    Durante el acto de despedida vi que las gentes, diciendo que no podían dejar que nuestro General pisara la nieve, se quitaban los abrigos para cubrir con ellos la carretera, y que rodeaban los coches fúnebres, llorando a lágrima viva y gritando: “General, ¿a dónde va? Usted no puede irse”. Fue una experiencia que me convenció una vez más de que no existe en el mundo otro pueblo tan leal a su dirigente y que, como el General afirmó en reiteradas ocasiones, nuestro pueblo es realmente bueno.
    La inmaculada lealtad de todos los militares y civiles que se traduce en su cada día más creciente añoranza al gran General y su disposición a ensalzarlo como eterno Dirigente de nuestro Partido y revolución, me ha emocionado profundamente y ha redoblado mi fuerza y ánimo.
    Las exequias en las que el pueblo demostró su ilimitada fidelidad y noble sentido de la moralidad fueron una buena oportunidad para exhibir ante el mundo la realidad de nuestra sociedad en que el líder, el Partido, el Ejército y el pueblo se funden en una gran familia armoniosa.
    Mi más sincero agradecimiento a todos los miembros del Partido, militares, civiles y compatriotas radicados en el exterior por el profundo pésame que han expresado y por su unánime determinación de materializar el legado del difunto, con la inenarrable nostalgia y ánimo multiplicado.
    Gracias muy especiales a jefes de Estado y Gobierno, líderes de partidos políticos, otras destacadas figuras y pueblos progresistas de distintos países del mundo quienes, apesadumbrados por la desgracia del pueblo coreano, nos enviaron mensajes de su más sincera condolencia.
    Enaltecer por los siglos de los siglos al gran Dirigente Kim Jong Il y construir cuanto antes un Estado socialista poderoso y próspero, que fue su propósito y sueño, constituye una tarea de la revolución y una obligación moral que todos los miembros del Partido, militares y civiles debemos cumplir como sus soldados y discípulos.
    Dedicando sumo esmero y entusiasmo, acondicionaremos majestuosamente el Palacio del Sol de Kumsusan, supremo lugar sagrado del Juche, y efectuaremos en el máximo nivel la labor encaminada a perpetuar la imagen del sol del gran Líder y del General.
    Nuestro Partido mantiene inconmovible su voluntad de hacer realidad el legado del gran camarada Kim Jong Il al pie de la letra, incondicionalmente y a toda costa, así como seguir invariablemente por el camino de la independencia, de Songun y del socialismo que emprendiera el Líder y por el que nos condujera el General.
    Saber que cuento con un sinnúmero de camaradas y compañeros de armas formados por el General con tanto trabajo, me arma de gran coraje. Junto con todo el ejército y pueblo, del brazo y hombro con hombro, superaré las pruebas y haré gala del inagotable poderío de la Corea de Songun.
    Hoy asumimos la importante tarea de cultivar con sumo cuidado y fructificar las inapreciables semillas que el gran General sembró a lo largo de su existencia consagrada a la construcción de un Estado poderoso y próspero.
    Nos corresponde enardecer las llamas encendidas por el General de la revolución industrial de la nueva centuria y de Hamnam y dar grandes saltos de avance acortando años y décadas, para lograr sucesivos y resonantes éxitos en el mejoramiento de la vida poblacional y lanzar cuanto antes los fuegos artificiales que proclamarán la era de la potencia económica.
    Yo me entregaré en cuerpo y alma al bienestar de la patria socialista y del pueblo, tarea que me encargó el General.
    Estoy firmemente convencido de que todos los miembros del Partido, militares y civiles, unidos con una misma voluntad en torno al Comité Central del Partido, se esforzarán con denuedo por anticipar el día de la visita al Palacio del Sol de Kumsusan, donde daremos cuenta de nuestra enorgullecedora victoria a los camaradas Kim Il Sung y Kim Jong Il.